Singularidad
Me está costando terminar el último libro que empecé, lo reconozco. Libro electrónico, para más señas. Versa sobre los cambios exponenciales que nos conducen inexorablemente a una época, no demasiado lejana en el tiempo, en la que los seres humanos superaremos las limitaciones de nuestro cuerpo y mente biológicas. Y trascenderemos.
Una época, que el autor sitúa a mediados de este siglo, en la que nanobots circularán por nuestras entrañas y repararán todo aquello que se descontrole. En la que podremos decidir sustituir órganos con los que hemos nacido por otros con mejores prestaciones. En la que podremos copiar nuestro yo en cualquier momento y ponerlo a funcionar en un hardware mucho más resultón. Un hito en nuestra evolución en el que podremos fusionar nuestro encorsetado intelecto con el de todos los demás entes que hayan nacido o se hayan creado.
El ebook del que les hablo tiene más de 3.000 páginas (seguramente porque el tipo de letra que tengo que usar es ya más bien grande), y voy por la 2.000. Quizá resulte que llego al final y todo era una especie de relato onírico, pero me temo que no es el caso. El que lo ha escrito, dicho sea de paso, no es precisamente un charlatán de feria. El amigo en cuestión, en su ratos libres de especulación filosófica, ha fundado empresas reconocidas, ha trabajado como director de ingeniería de la empresa que quizá ahora les esté ayudando a encontrarle, ha impulsado la Singularity University … No es un majadero.
El tipo, ingeniero de pura cepa, decidió un buen día afrontar sus problemas de salud (diabetes) y envejecimiento con la misma aproximación con la que aborda los retos tecnológicos de diverso pelaje en su quehacer diario. Entender y caracterizar el problema. Atacar las causas. Decidió cambiar su metabolismo de forma activa. Su plan, y me quedo solamente con lo para mí más chocante, incluye tomarse unas 200 “pastillas” al día, con la idea de ahorrarle a su cuerpo la ineficiente actuación de su sistema digestivo como fuente de suministro de las materias y la energía que necesita su organismo. Según afirma, y no tengo motivos para dudar, su diabetes se ha corregido, y en un test que se realizó posteriormente le comunicaron que su edad biológica era diez años menor que su edad real. Justo lo contrario que me dijeron a mí en mi última revisión, por cierto.
Si mi alma de cántaro ya estaba perturbada con la perspectiva de comer pasteles impresos o hamburguesas desarrolladas in vitro a partir de células individuales, imaginen ahora después de lo que he leído.
Seguramente les voy a llevar a un terreno ya hollado de forma reiterada, pero no puedo dejar de hacerlo. Si las cosas van a cambiar de forma tan acelerada, si existe la más mínima posibilidad de que algo de lo que les he contado suceda, un servidor al menos va a decidir disfrutar al máximo de los placeres de la alimentación. Si ustedes me ayudan, claro está.
Si al tiempo que crece la IA (inteligencia artificial, ya saben), ustedes aumentan la IE (inteligencia emocional). Si mientras en los laboratorios utilizan los avances en la bioingeniería para curar enfermedades, ustedes se centran en mejorar el sabor de los alimentos. Y la experiencia global de su consumo. Si mientras el controvertido autor se introduce nanobots en el cuerpo por orificios impensables, ustedes me dan cariño y calor en las tiendas.
Les pido que tomen la iniciativa porque, digan lo que digan los eslóganes que tanto nos gusta blandir, mucho me temo que reina la indolencia en el populacho (entre nosotros, dicho sea con familiaridad y no con desprecio). Confío más en que ustedes decidan cambiar el rumbo y le encuentren sentido económico a hacerlo, que en nuestra capacidad de exigencia y de rebeldía. Debe ser la edad. O leer también demasiadas páginas de política nacional e internacional.
No ignoren las evidencias, no sigan rutinariamente caminos trazados por otros. Por favor. Levanten la cabeza y miren al futuro, pero sin dejar de mirar a las personas que tienen enfrente y que son hoy sus clientes. Puede que mañana lo que se dice en mi libro sea exactamente lo que va a ocurrir. Y ya verán como nos echarán de menos. ¡Sobre todo si dejamos de comer, claro!
Parafraseando al desconocido autor de un meme viral, el día que me encuentre al primer robot en una tienda, le voy a meter un sopapo que se tendrá que comprar gafas de lejos para recoger del suelo los tornillos. Y me iré, se lo juro. A leer otro libro que me reconcilie con mi humanidad.